El Festival Rizoma se ensucia las manos y nos (re)abre los ojos con John Waters
En un mundo más justo, John Waters debería ser tomado como referencia obligada para entender la libera(liza)ción del cine hacia terrenos fantásticos y fanáticos, tanto de captación de seguidores de cintas sociales y libertadores como feístas, trash, camp y kitsch, como una mezcla llena de alma entre Andy Warhol, Prince y Steve Buscemi, como la inspiración de la literatura de Dennis Cooper, el preámbulo a personajes como Tony Wilson y el desarme total de una forma de hacer cine: del travestismo y la coprofagia a la irreverencia de un cine comercial auto-inmolador. No sé si el Festival Rizoma será el lugar más justo que podamos habitar hoy en día, pero, al menos en los cinco días que durará el evento (entre el 6 y el 11 de septiembre, ambos inclusive), Madrid será un poco menos peor, otro poco más abierta y, sí, una jornada permanente de puertas abiertas a la irreverencia y el desenfreno arty. Por mucho que a Alberto y Esperanza les joda. Pero, oye, muy fino todo.
Lo que el año pasado parecía convertirse en una internacional surrealista en Molinicos, de la Sierra del Segura, en Albacete, gracias a la visita y programación de artistas de una capacidad ultra-subterránea y la conjugación perfecta del modelo de arte underground y la constatación del do it yourself como arma explosiva (músicos como Ray Rumours, Vera November o Hello Cuca mezclado con acciones de colectivos como HTM, Luzinterruptus o los pinches montañeros de Montaña Sagrada, entre otros) este año da un paso adelante hacia un destino más propio de lo que se intuía como el espíritu del evento: en el campo se está bien, tiene su encanto; pero en la ciudad se está mejor. Y en la urbe madrileña es donde se dedicarán a ocupar las diversas sedes que tienen a su servicio para, además de dejarnos ver títulos clásicos de la filmografía de Waters como Pink Flamingos, Cry Baby, Pecker, Cecil B. Demented o A Dirty Shame, se podrá disfrutar del monólogo del propio Waters This Filthy World, una pieza escénica en formato stand-up cómico que lleva paseando más de cuatro décadas por todo el mundo. Además, un guiño al cine independiente americano con encuentros, coloquios y proyecciones de directores como Ari Gold y Dylan O’Neil, una programación musical que conecta la irreverencia petarda de Hidrogenesse con el punk primitivo de los británicos Trash Kit o el surrealismo bizarro de Halo Halo (con apenas un 7’’ grabado en un baño y una temático lírico-sónica como mínimo desconcertante), entre otros. Además, barbacoa en Doctor Fourquet a modo de colofón y diversos encuentros, intervenciones artísticas y hasta premios de fotografía y cine. ¡Viva el trash, viva la capital!
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