Lo que no ves es lo que te delata
El País 2-4-2011
La obra de Julião Sarmento es siempre perturbadora. Un elemento que el artista portugués más internacional dosifica como un veneno. Su retrospectiva implica en ese juego al espectador
Hay un lugar, al borde del abismo, en el que desaparece el pasado. En el que la atracción de la nada se hace más fuerte. Y mirar hacia al frente produce un vuelco en el corazón. Ese es el lugar imaginario donde sitúa Julião Sarmento cada una de sus obras: entre el riesgo y la pasividad. Parece que no pasa nada, pero generan una inquietud que suelta dudas como gotas la lluvia. "Lo que me interesa es el abismo, el error, el riesgo", dice el artista portugués. "No quiero nada de lo que queda detrás de mí, solo lo que hay delante. Ni el pasado ni la nostalgia van conmigo".
"Sarmento hace una especie de juego con el deseo de ver y la sensación de que es algo prohibido", dice Searle
La exposición que se inaugura hoy en La Casa Encendida de Madrid tiene un maestro de ceremonias, el crítico de arte británico Adrian Searle, que actúa como comisario. El título es Distancias cortas. Ha seleccionado y articulado la muestra con piezas que acentúan esa extraña incomodidad que produce casi toda la obra de Sarmento. En varias de las series de dibujos y pinturas se basa en imágenes pornográficas. En Encore (1990) hay trazos hechos a ciegas confrontados con imágenes borrosas de revistas porno. "Hace una especie de juego con el deseo de ver y la sensación de que es algo prohibido. Una ambigüedad que siempre le ha preocupado", indica Searle.
La otra serie se titula Porn stars. "Son puestas en escena extraídas de revistas y convertidas en manchas negras en las que no se distingue bien dónde empieza un cuerpo y termina otro. Son solo perfiles negros y planos sobre fondo blanco que no te permiten saber del todo qué está pasando. Pero la mente del espectador no puede evitar preguntarse: ¿es eso un pene, una pierna, son dos mujeres?".
El artista es un voyeur indiscreto que implica al espectador en su juego. "Soy un voyeur activo", sentencia Sarmento. Es como si sus trabajos dejaran siempre un espacio en blanco para ser completado por el papel del observador. "Parte de mi obra cuenta con involucrar al espectador en esa actividad. Convertirlo en cómplice de mi voyeurismo".
"Sarmento suele mostrar y ocultar a la vez, incita al espectador a luchar contra su deseo de ver y de no ver, de completar lo que falta", afirma Searle. "La repetición en estas series es también un elemento muy pensado. El porno es repetitivo, en cierta forma. En todo caso, el tipo de porno que a él le interesa".
En la obra de Sarmento aparecen constantemente mujeres anónimas, exentas de toda seña de identidad. Ni rostro, ni contextura, ni ropa distintiva. Están vestidas con un sencillo vestido negro. En Film noir (2007), una escultura de tamaño natural, una mujer con una capucha de terciopelo negro está frente a una especie de pantalla del mismo material. Ella está iluminada con potentes focos. En otra sala, otra escultura de mujer de pie, sin cabeza, tiene entre las piernas abiertas un cubo de zinc repleto de miel. Se titula Forget me (with bucket) (2006). Tampoco tienen cabeza las mujeres pintadas en la serie Veneno (1998). "Represento a la mujer de forma genérica", explica Sarmento. "Si añado una nariz, unos ojos, unas orejas, se va pareciendo más a un retrato. Pueden tener un nombre. Y no quiero eso. Mi intención es algo más cercano a los carteles de aseos públicos que señalan a un lado hombres y al otro mujeres. Esa es la distinción, esa es la lectura que yo quiero de esas figuras".
"Esa mujer anónima es un leitmotiv para mí", añade el artista. "Es como Robert Ryman, que pinta cuadrados blancos, o Ad Reinhardt, que pinta cuadrados negros". ¿Entonces, es algo casi abstracto? "Sí, mi pintura es bastante abstracta. Es una alusión al inicio de todo, porque la mujer es el principio de todo ¿no?".
Distancias cortas se titula la muestra. Y quizá la pieza Close, realizada en colaboración con el director de cine armenio-canadiense Atom Egoyan, sea la clave. El espacio entre la pared y la gran pantalla apenas deja sitio para que se sitúe el espectador. "Close representa la imposibilidad de algo, porque la oferta es demasiado grande y la distancia demasiado corta", dice Sarmento.
En Close se oye un enigmático diálogo de fondo. En una parte se dice: "¡Ah...! Hablando de sangre y de patas... ¿Sabes cuál es la historia original de Cenicienta? Bueno, pues en el original, cuando a la hermanastra fea no le entra el zapato de cristal, la madrastra coge un cuchillo y se lo corta para que encaje... Y entonces es cuando el príncipe se da cuenta de que no es suyo, porque... a través del cristal ve la sangre, que se derrama por el borde... Una buena historia, ¿eh? A saber por qué la cambiaron". Ese fragmento sirve de fondo para otra pieza algo fetichista, Cat & Nell Crystal-Clear (2005). Sobre un pedestal hay tres zapatos de cristal entre láminas de vidrio y espejo que crean un engañoso y encantador efecto óptico.
Hay sexo y hay danza. Dos expresiones corporales placenteras, efímeras, que el artista aborda también con cuidada distancia. El recorrido empieza con Cometa 2009 una performance en la terraza donde se ha construido una pequeña habitación cerrada. El interior tiene cierta atmósfera de burdel. Dentro esperan un hombre y una mujer. Cuando el visitante entra, ponen un disco (una canción compuesta especialmente por el músico de blues portugués Paulo Furtado, The legendary Tigerman) y ella empieza a bailar. El hombre se le suma y se va creando un ambiente de elevada sensualidad. El visitante se siente incómodo, fuera de lugar. "Aunque exista esa lejanía todo termina remitiendo a tu propio cuerpo, porque al ver las imágenes o lo que sucede te excitas o te produce sensaciones. Algo te sucede al verlas", apunta Adrian Searle.
La exposición se cierra con otra danza. Jolie Valse (2007). "En este vídeo hay dos bailarinas: una de bailes de salón, algo recatada, y la otra de espectáculos de variedades, más vulgar que sexy, diría yo", describe Searle. "Bailan música francesa al son de un bandoneón. Un tema muy melancólico. Una de ellas baila sola, y luego viene la otra, se cruzan y la segunda también baila sola. El lenguaje corporal de ambas es muy distinto. Una tiene cierta timidez y la otra es más expansiva. Hay algo triste en ellas. Se nota que Pina Bausch ha sido una gran influencia para él".
En la obra de Sarmento hay mucha soledad. En estas piezas se conserva esa sensación, pero también hay un cierto abandono compartido. "Creo que es parte de la tragedia de ser hombre", dice Searle. "Tiene que ver con la crisis de la masculinidad, de alguna forma. Y Julião la deja sentir, aunque ha tenido algunos colaboradores que también lo remarcan".
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