El Daño Hecho

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El Daño Hecho

Esta serie es el resultado de mi trabajo conjunto con AMAYA DE DIEGO a comienzos de 2010.














Según Montaigne, “La costumbre es, en verdad, una maestra violenta y traidora. Establece en nosotros poco a poco, a hurtadillas, el pie de su autoridad, y luego nos descubre un rostro furioso y tiránico, contra el cual no nos resta siquiera la libertad de alzar los ojos.”

Descontextualizar lo que se nos presenta en imágenes de esa costumbre, implica hacer frente a esa castración y nos obliga a levantar la mirada con libertad y respeto.

Nos recuerda que en todas las épocas, para un gran número de personas y determinadas formas de cultura, la rigidez, la represión, y la opresión, tienen que ir asociadas al ejercicio de la autoridad, cuando no de la violencia.

En estas fotografías, “El Daño Hecho” (The Damage Done), se refleja la consecuencia de ese daño sin distinción de sexo, profesión, edad o condición sexual. Por ello, son imágenes que rasgan internamente al espectador, dejando que el mensaje quede aparentemente incompleto y despierte en la sensibilidad de quien lo observa la necesidad de trabajar la parte ausente, de aportar su pincelada, la explicación final de maneras de ser, de la soledad, del óxido que nunca se detiene y avanza de mil formas incluso debajo de las pinturas, el óxido que nunca duerme, complementando este Out_of_Focus, únicamente como una más de las posibles interpretaciones de un espectador.

La corrupción y la incompetencia gubernamentales, la falta de libertades y de universalización de la cultura, cuando no el analfabetismo, así como una educación basada en la rígida autoridad, en la represión sexual llevada a su grado extremo y promovida por las distintas religiones, llevan a estrechar el abanico de posibilidades del que una persona puede disponer para desarrollarse con amplitud de miras, de pensamiento y de aspiraciones vitales, pasando por la autonomía y libertad personales.

Cuando la evolución se efectúa en condiciones dirigidas, con orientaciones sesgadas y tendentes a castigar al mundo opuesto, se produce una castración mental muy similar a la sexual, que fomenta la sumisión exacerbada hacia el patriarca, el primogénito varón, o el marido, a veces con el apoyo del matriarcado latente, otras ni eso, y a menudo con nefastos resultados.

En cualquier caso, en muchos momentos de sus vidas, todas ellas sufrirán las consecuencias así como, en mayor o menor medida, las personas que las acompañan porque, realmente, el daño ya está hecho, desde cuando la aguja les hirió por primera vez.


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